Como bien sabes, el “hueso” del mango es muy plano y grande. Por ello, lo primero que vamos a hacer es cortar el mango de arriba a abajo a cada lado del hueso, sin pelar, para descartar esta zona central.
Si se desea, puede repelarse el alrededor del hueso aunque veremos que es una pulpa muy fibrosa y nada fácil de aprovechar.
En cambio con las otras dos partes, limpias y jugosas, en forma de medias lunas, vamos a hacer una serie de incisiones con el cuchillo, sin llegar a la piel, en forma de cuadrícula. Una vez hecho esto, se presiona ligeramente por la parte de la piel hacia arriba y se le da la vuelta para que salgan como torrecillas los trozos de mango. Ahora estará listo para poderlo separar de la piel con facilidad con ayuda de un cuchillo afilado.
Apenas sin mancharnos las manos habremos sacado el máximo partido a la pulpa de esta pieza de fruta.